Tres miradas: lo onírico, lo vegetal, lo orgánico
En esta exposición reúno a tres artistas que me acompañan en mi búsqueda interior. Las tres me hablan desde el lenguaje del alma, no desde el lenguaje del ego; entendiendo el alma no en su concepción occidental tradicional, espiritual y religiosa, sino como la esencia interior que caracteriza a cada individuo, que lo diferencia del resto y lo hace único. El alma que nace de una mirada consciente hacia nosotros mismos.
En este viaje que recorren las tres hay un punto de partida, un proceso interno y un enfoque diferentes. Cada una de ellas parte desde su propio universo, desde sus inquietudes más íntimas, desde sus obsesiones más recónditas; dando lugar a tres discursos diferentes… a tres miradas. Tres miradas: lo onírico, lo vegetal, lo orgánico, que nos transportan a los rincones más profundos de estas artistas y nos invitan a un viaje personal.
María Luisa de Mendoza nos habla desde el mundo de los sueños, de las ideas, de las emociones. María Luisa inventa un mundo que surge de la luz, del aire. Un universo artificial: unas ciudades que no existen, unas azoteas donde ocurren situaciones fantásticas, un mundo donde el tiempo se detiene y cruza las fronteras establecidas. Un paisaje inventado, atemporal y liviano donde las emociones nos permiten vivir en paz, en calma; donde las confrontaciones, el ruido y el bullicio desaparecen. Un mundo donde el sosiego y el silencio nos permiten encontrarnos con nosotros mismos. María Luisa nos inicia en un viaje a lo onírico a través del significado mágico de las cosas y del significado de su ciudad interior, íntima y metafísica.
Elena Uranga, explora el mundo exterior que rodea su vida cotidiana: el jardín de su estudio, el mundo vegetal, la tierra. Fragmenta y deshace un jardín que había estado analizando, desmenuzando, interpretando en su pintura en los últimos años. En 2009, Elena empezó a analizar minuciosamente todos los elementos que conformaban el jardín de su estudio buscando los matices, las diferentes posibilidades de cada elemento. Ahora, en esta muestra, rompe el anterior imaginario para otorgarle una nueva esencia a cada elemento. Presenta un universo en el que ya parece haber encontrado el equilibrio buscado, donde establece un nuevo orden, donde cada imagen es una conclusión de las imágenes anteriores, donde cada pieza encuentra su esencia y su lugar. Un universo vegetal que nos lleva a preguntarnos por la esencia de cada elemento en nuestro espacio exterior cotidiano y en nuestro propio jardín interior.
Nuria Alcaraz, nos habla desde lo orgánico, desde su universo interior femenino y desde ahí nos cuenta sus vivencias, sus emociones y sus sensaciones. Presenta un imaginario donde se produce la coexistencia de todas sus realidades, pero donde siempre destacan los elementos de su condición femenina. Establece un juego, un guiño provocador, donde la coexistencia de sus diferentes realidades confiere a su obra un carácter perturbador. Parece como si los dictados de su alma que naturalmente saldrían a borbotones a través de su cuerpo, los borbotones de ese espíritu libre que posee, los ordenara en su singular obra abigarrada, irónica, inquietante y transgresora. El resultado son unos cuadros aparentemente orgánicos que nos hablan de una vitalidad apabullante, de una espontaneidad contagiosa, de fuego, de fuerza, de vehemencia…. de su mirada sobre el mundo. Una mirada orgánica, curiosa, inquieta y vital.
Estas tres miradas: lo onírico, lo vegetal, lo orgánico, no nos hablan de búsquedas diferentes. Las tres, utilizando sus propios procesos, nos conducen a una fuerte búsqueda interior. Las tres nos invitan a que ahondemos en nuestro yo interior y nos ofrecen la posibilidad de identificarnos con su lenguaje plástico aportándonos una riqueza personal poliédrica a cada uno de nosotros como espectadores.
María Labat, enero 2016
Fundación Pons, Serrano 138, Madrid. Del 11 de febrero al 4 de marzo
DE OVEJAS Y SUTILEZAS
El anticuario Ramón Portuondo ha declarado recientemente que su decisión de dar cabida en su espacio expositivo a una serie de artistas eclécticos cuya obra se resiste a la clasificación se debe, principalmente, a su personal gusto por lo raro –no tanto en el sentido de extraño cuanto en el de especial y escaso– y a su voluntad de tomarle permanentemente el pulso a su época, de permanecer atento a las exigencias, necesariamente fluctuantes en esta “modernidad líquida” (Z. Bauman), de los creadores y de los amantes de la belleza y de la cultura.
Clausurada la perturbadora exposición del outsider canadiense Étienne Zack con la que el anticuario-galerista inició esta nueva andadura, llega al espacio de la calle Álvarez de Baena la obra de otra artista singular, Nuria Alcaraz (Castellón de la Plana, 1965), quien hace unos años estuvo representada, como Zack, por la recordada galería Marina Miranda.
En aquella ocasión Maurizio Lanzillotta, pintor de espejismos, conjunciones y coincidencias imposibles y maestro de nuestra artista, escribió sobre “sus ovejas que no nos dejan dormir, amigas que juegan telepáticamente al ajedrez o que, como la Oveja masoquista, nos hacen esclavas del sueño” y concluyó que tal sueño es “aquel que una oveja tranquila consiguió fumando en pipa y contando hombres de humo que saltaban la valla”: se trata, también ahora, de un imaginario onírico y delirante, de raíz surrealista y ramaje irónico, donde las ovejas humanizadas –y también los hombres aborregados- se confunden en un paisaje de objetos e imágenes comunes reelaborados y transfigurados.
En efecto, lo que mejor define el trabajo que Nuria Alcaraz ha venido desarrollando a lo largo de estos últimos años acaso sea su investigación sobre los problemas de unidad y discontinuidad de la superficie pictórica: se trata de esa misma mezcla de lo que W. Hoffmann llamó “capas de realidad” que caracterizaba al arte prerrenacentista –en cuyas producciones coexistían dibujos, objetos preciosos, reliquias, materias y materiales dispares, “realidades”, connotaciones y sugerencias separadas en fin- y que el collage cubista recupera para dar origen al arte moderno.
Así, tanto en los cuadros dedicados a la figura de la oveja como en aquellos otros, más abstractos, centrados en el mapa emocional femenino y en los que los elementos minerales, vegetales y simbólicos se hibridan para dar lugar a extrañas e inidentificables entidades concentradas, fondo y figura tienden a conformar una única superficie ininterrumpida sobre la que se inscriben signos, iconos, formas y texturas aparentemente incompatibles entre sí.
Es esta coexistencia de realidades la que le confiere a la obra de Nuria Alcaraz su carácter perturbador y contemporáneo: posmodernismo e hibridación, sí; pero, también, una lúcida percepción de que el colapso de la modernidad tras el fin de la historia (Fukuyama) exige una total reconstrucción del individuo. Y esa disciplina de artista, que se manifiesta de un modo ejemplar en la cuidadosa, casi obsesivamente meticulosa ejecución de sus cuadros, es de hecho la expresión de un nuevo hacer limpio de fórmulas agotadas; o, lo que es lo mismo, de un nuevo ser que trasciende los viejos conflictos y logra integrar en su nuevo cuerpo híbrido –tecnológico, orgánico, fotográfico, sintético- ese inmenso conjunto de historias deshilvanadas al que llamamos mundo.
Javier Rubio Nomblot, Madrid Febrero de 2011
MUJERES EN MARINA MIRANDA
Una exposición colectiva siempre es complicada de comentar, no sólo para el crítico, también para el galerista, que suele venir dominado por un deseo de mostrar cuanto antes al público el trabajo de artistas que le parecen intresantes, a los que quiere o reconocer su trabajo de años o dar una primera oportunidad. Esta muestra no se ha empeñado en buscar un nexo complejo y teórico, con el que conseguir abrazar las diferentes obras de estas nueve mujeres, ha preferido unirlas por un nexo, que hace años que ya no es polémico, pero que sigue siendo necesario: son mujeres.
Mujeres de distintos países, con obras de todos los estilos. Unas más cerca de la figuración, otras más expresionistas, casi minimalistas y otras que buscan otros lenguajes como la fotografía.
Nuria Alcaraz, con su figuración en la línea del pop pero mucho más sorprendente e irónica; los dibujos de Carmen García Bartolomé, con una figuración casi en la línea de Bacon, en los que la expresión interna es más importante que la forma. Los paisajes que parecen recién salidos de la inspiración de De Chirico, silenciosos y de planos perfectamente delineados de Carmen García Benavides. La mirada sobre la mujer, modelo habitual de los pintores masculinos, realizada por otra mujer, visiones sin duda sorprendentes las de Mª Victoria García Borrero. La evolución de los cortes de Lucio Fontana en los de Isabel G. Carnicer, evolucionando desde el lienzo puro hasta la composición en blanco. La abstración lírica, en palabras de M. Lancillotta en la nota de presentación que hago mías porque parecen las más apropiadas para la pintura de Isabel Gómez Moreno. La obra de Esther Mañas, que está aprendiendo a crecer con personalidad propia en un mundo tecnologizado, el mismo mundo rápido que intenta plasmar en sus fotografías Mª Luisa de Mendoza, visiones femeninas y universales. Para terminar, la novela protagonista, última sólo por el orden alfabético, es Marión Thieme, quizá una de las más consagradas de esta muestra que hace suyos lenguaje y técnicas distintas, incluida la fotografía, en cada nuevo trabajo.
Nueve mujeres, sólo una línea para cada una, una colectiva llena de talentos, conocidos y por descubrir. Mujeres, artistas, imágenes, una presentación genérica que merece ser vista.
L.M.R.
Galería Marina Miranda. Fúcar, 12.
Hasta el 27 de mayo.
MUJERES
Son diversas las razones, normalmente culturales didácticas o comerciales, que justifican una exposición y lo hacen desde una perspectiva presente. Tenemos grandes colectivas que revisan y analizan movimientos históricos, más o menos recientes, privilegio casi exclusivo de los grandes Museos o Fundaciones, y muy rara vez de galerías. Luego están las operaciones culturales de los glamurosos curators, o sea críticos que, cuando les sale bien, bautizan nuevos movimientos y grupos de artistas alrededor de una nueva o reelaborada tendencia (losYoung British artists o la Transavanguardia italiana son dos ejemplos sonoros de las últimas décadas). Finalmente conocemos las típicas colectivas de fondos de galería que suelen reunir a los artistas que gravitan alrededor del mismo espacio.
Esta exposición reúne artistas muy diferentes cuyo único nexo es el de ser todas ellas mujeres. Artistas que han ido interesando a la galerista desde hace tiempo. Algunas de ellas son conocidas y ya han ligado sus nombres al de la galería, otras han expuestos anteriormente en otros espacios y otras son noveles y se presentan por primera vez en Marina Miranda. María Marina no quería esperar un año o más para poder mostrarlas a todas en esta ocasión, ni siquiera sabe si trabajará establemente con cada una de ellas, pero sintió la curiosidad y la necesidad de reunirlas, de enseñar los trabajos poéticos, irónicos, líricos, ácidos, diversos e increíbles que producen, en definitiva de presentarlas cuanto antes al mundo simplemente como el grupo de artistas que son.
¿Es suficiente ser mujer para justificar una exposición colectiva? Si pensamos que hasta hace muy pocas décadas (y quizás no se pueda hablar de décadas, sino de años…) los nombres femeninos en el arte moderno y vanguardista eran una cantidad sospechosamente ridícula comparados con los masculinos, podemos decir que no sólo es suficiente, sino también necesario y, conociendo de antemano lo que se mostrará, llegaríamos a considerarlo hasta aconsejable y conveniente.
Veremos nuevos trabajos de la ya conocida alemana Marion Thieme; unas primicias que Esther Mañas nos envía desde Helsinki, donde está cursando un master sobre tecnología aplicada al arte; las abstracciones líricas de Isabel Gómez Moreno; los metafísicos paisajes urbanos de Carmen Gª Benavides y Mª Luisa Mendoza, fotográficos y píctoricos respectivamente, mas dialogando entre ellos en un juego promiscuo de posible intercambio de papeles; los sublimes cortes de Isabel G. Carnicer; la mujer hecha de sensualidad, dolor e ironía de la colombiana Mª Victoria García Borrero; los personalisimos dibujos de Carmen García Bartolomé (la griega), que nos hablan del juego del amor y del dolor de la niña/mujer o mujer/niña y, finalmente, algunos cuadros nunca vistos y sorprendentes de Nuria Alcaraz, sus ovejas «horteras» (según sus palabras) que no nos dejan dormir, sus amigas que juegan telepáticamente al ajedrez y la oveja masoquista que nos hace esclavos del sueño, de aquel sueño que una oveja tranquila consiguió fumando la pipa y contando hombres de humo que saltaban la valla.
M. Lanzillotta, Madrid 13 de Mayo de 2005